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La Serie V

By Valentino

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Book Id: WPLBN0100000438
Format Type: PDF eBook:
File Size: 0.2 MB
Reproduction Date: 10/16/2014

Title: La Serie V  
Author: Valentino
Volume:
Language: Spanish
Subject: Fiction, Drama and Literature, Short Story
Collections: Authors Community, Science Fiction
Historic
Publication Date:
2014
Publisher: Valentino
Member Page: Valentino -

Citation

APA MLA Chicago

Valentino, B. (2014). La Serie V. Retrieved from http://www.gutenberg.cc/


Description
Siendo niño viajé mucho por toda América, y a decir verdad no sabría explicar el porqué de este privilegio, salvo que la mayoría de veces solía figurar como “invitado” en tales travesías. Fui, para no traicionar mi educación norteamericana, el centro de las “situaciones”, aunque realmente nunca deseé que fuera así. Debo reconocer que tuve la buena fortuna de haber estudiado en un colegio donde los estudiantes extranjeros predominábamos y eso influyó bastante en que me convirtiera en cosmopolita. Pero no quiero hablar sobre ello, sino de lo que me ocurrió en un viaje de estos. Y hoy que me cargan los años y una responsabilidad que todavía no encuentro, empiezo a verlo más nítidamente aunque sigo sin comprender. Recuerdo que iba en escala hacia el aeropuerto de Miami, desde donde partiría finalmente a la ciudad de Raleigh, por invitación de un compañero de colegio muy querido mío llamado Jean Pierre (y de su hermano François, el hijo eterno de la Madraza, como exclamaba a escondidas su madre), un muchachito de raza negra cuyo máximo sueño consistía en llegar a convertirse en diseñador de automóviles (por cierto, de aquí en adelante, a esa mi edad, tomé la errónea impresión de que todos los franceses eran negros y musulmanes, aun cuando me sabía al pie de la letra los cantares de Roldan, el Caballero Verde y las increíbles hazañas de Sor Juana de Arco; pero fue mi primera impresión de Francia, y estimo ese primer cruce multicultural europeo).

Summary
Siendo niño viajé mucho por toda América, y a decir verdad no sabría explicar el porqué de este privilegio, salvo que la mayoría de veces solía figurar como “invitado” en tales travesías. Fui, para no traicionar mi educación norteamericana, el centro de las “situaciones”, aunque realmente nunca deseé que fuera así. Debo reconocer que tuve la buena fortuna de haber estudiado en un colegio donde los estudiantes extranjeros predominábamos y eso influyó bastante en que me convirtiera en cosmopolita. Pero no quiero hablar sobre ello, sino de lo que me ocurrió en un viaje de estos. Y hoy que me cargan los años y una responsabilidad que todavía no encuentro, empiezo a verlo más nítidamente aunque sigo sin comprender. Recuerdo que iba en escala hacia el aeropuerto de Miami, desde donde partiría finalmente a la ciudad de Raleigh, por invitación de un compañero de colegio muy querido mío llamado Jean Pierre (y de su hermano François, el hijo eterno de la Madraza, como exclamaba a escondidas su madre), un muchachito de raza negra cuyo máximo sueño consistía en llegar a convertirse en diseñador de automóviles (por cierto, de aquí en adelante, a esa mi edad, tomé la errónea impresión de que todos los franceses eran negros y musulmanes, aun cuando me sabía al pie de la letra los cantares de Roldan, el Caballero Verde y las increíbles hazañas de Sor Juana de Arco; pero fue mi primera impresión de Francia, y estimo ese primer cruce multicultural europeo).

Excerpt
-Tiene forma de cigarro –decía una. -Es enorme –argumentaba la otra. -Esa nave, o lo que sea, según mi cálculo, tiene el tamaño de una pequeña ciudad –agregó otro que dijo ser ingeniero civil-. Es una construcción imposible para que sea el producto de nuestra tecnología actual. -Jamás lo hubiera creído a no ser que lo haya visto con mis propios ojos –verberó una más cayendo al piso con las manos juntas-. Y ahora que lo veo, se siente como una experiencia religiosa. -Von Daniken tenía razón –dijo otra. -Eh, tú niño –dijo de presto la que estaba arrodillada-. Ven acá –y se levantó para halarme de una mano, la que le extendí en el acto y sin demora; el hombre de sombrero quiso oponerse, sacó su navaja, pero la mujer con los ojos saltados le dio una bofetada-. ¿Eres su padre? ¿No? Somos la Hermandad –bufó la señora con movimientos rápidos de cabeza, tal si estuviera convulsionando, dirigiéndose a él-. Has fallado –y alzándome en medio del gentío-, y hete aquí que tú has sido examinado y no se te ha hallado error. -¡Pero señora! –le gritó una joven muy bonita-. ¿Qué le pasa, está loca? ¡Suéltelo! Ven acá, niño. No le hagas caso.

 
 



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